Templo romano
El templo romano de Córdoba fue construido a lo largo de la segunda mitad del siglo I d.C..
El conjunto comenzó a construirse en época del emperador Claudio (41-54) aunque no se culminaría hasta el reinado de Domiciano (81-96 d. C.), momento en el que se le dota de agua. Sufrió algunas modificaciones en el siglo II, reformas que parecen coincidir con el cambio de ubicación del foro provincial que se traslada al entorno del actual convento de Santa Ana.
El material empleado fue casi exclusivamente mármol, desde las columnas a los muros, pasando por la cubierta y el entablamento. La calidad del mármol y de la talla del mismo nos hablan de que su construcción fue llevada a cabo por artesanos con altísima cualificación, situando el resultado al nivel de los más bellos edificios del imperio. Delante del templo romano, ante las escaleras de acceso al mismo, le situaba el ara o altar, lugar donde ser realizaban las prácticas religiosas.
El templo romano de Córdoba se situó en el límite de la Colonia Patricia, en la zona donde se ubicaba parte del lienzo oeste de la muralla. Las construcciones del interior, al igual que el lienzo de muralla, fueron destruidos para su construcción. El terreno fue allanado, creándose una terraza artificial donde se dispuso una plaza en medio de la cual se alzaba el templo.
La plaza estaba cerrada en tres de sus lados, el norte, este y sur (así lo indican los restos encontrados bajo el edificio situado en la esquina de Claudio Marcelo con Diario de Córdoba, mientras que la oeste quedaba abierta para conectar visualmente con el Circo. Algunos estudios sugieren que entre ambas zonas existía una terraza intermedia que interconectaría ambos espacios.